Odontóloga.
• Profesora Emérita de la Universidad de Buenos Aires.
• Ex Directora de Instituto de Investigaciones en Salud Pública de la UBA (2007-2019).
• Académica de Número de la Academia Nacional de Odontología.
• Autora de libros, capítulos de libros y más de 150 trabajos científicos e informes técnicos.
• Recibió más de 20 premios o reconocimientos nacionales e internacionales. Entre ellos: Gran Maestra de la Odontología otorgado por la Universidad de Buenos Aires (2009 y 2010); Premio IADR/LAR(2012);
Premio como Personalidad Destacada en las Ciencias Médicas otorgado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (2017).
En 2019, por resolución de la UBA y la FOUBA, la Cátedra de Odontología Preventiva y Comunitaria se denomina: Profesora Dra. Noemí Emma Bordoni.

01-08-2021

Reflexionando sobre la odontología en los escenarios de hoy y de mañana

Noemi Bordoni - Columna para el Grupo PAIS

Hablar de la odontología en el escenario de la COVID 19 es introducirse en el lugar de los riesgos y las recomendaciones o aceptar sumergirse en el océano de las viejas y nuevas incertidumbres donde la acción parece contradecir al discurso, y donde la centralidad sobre salud enunciada en proyectos instalados en su nombre, permanece lateralizada.

Acaso, en muchos países, esas contradicciones no emergen:

– al identificar las actuales dificultades para lograr una confluencia razonable entre los conocimientos disponibles, las actitudes percibidas y las prácticas concretadas; pero también al reiterar, como en el discurso de ayer, la importancia de la equidad mientras persisten desigualdades evitables en el acceso a las soluciones o se expresan preocupaciones por grupos en desventaja en el marco de sistemas de salud segmentados con cuidados diferenciales?;

– si se insiste hoy en reconocer la interdisciplinariedad y la formación interprofesional, mientras en la práctica, como ayer se divide al propio sujeto de estudio según tiempos cronológicos, en ingenua contradicción con la intergeneracionalidad que se consagra con el SARS-CoV-2?;

– si todavía se obvia la contextualización de la evidencia científica que le otorgaría la categoría de significativa y se sigue posicionando el “saber en salud” como perteneciente sólo a una ciencia nomotética, cuando sus protagonistas son histórica y culturalmente condicionados y su abordaje actual requiere permanente triangulación entre métodos cuantitativos y cualitativos?

– si frente a la fragilidad educativa instalada en muchos territorios por el tiempo pandémico, aún se desconoce el desafío de “aprender a aprender” mediante la oportuna disrupción del e-learning para cualificar el talento humano, en espera del b-learning que deberá definirse en inteligente vinculación con entornos reales y nuevas lógicas? Es paradojal, la sociedad debate interpretaciones culturales de la salud, de la enfermedad y de los cuidados y prácticas de sanación y, al mismo tiempo, se desarrollan tecnologías de alta precisión. Mientras, la odontología se interpela en medio de esas enormes contradicciones tratando de encontrar sensatamente el equilibrio para rescatar y armar comunidades más saludables.

Esto le ha exigido y le exigirá una capacidad dinámica para generar los consensos teóricos necesarios y los nuevos procesos en una relación éticamente sustentada que dará cuenta de la calidad alcanzada en las prácticas odontológicas.

A partir de este siglo, muchas instituciones responsables de la generación, difusión y aplicación de los conocimientos aceptaron la vigencia de los criterios del proyecto Tuning y del Tuning AL, reconociendo la triada “saber-saber”, “saber-hacer”, “saber-ser”. Cabe reflexionar si, a pesar de la propuesta, no se ha centrado el protagonismo en las competencias específicas, omitiendo concretar algunas de las genéricas destinadas al “saber-pensar en otros y otras”. Se abren, entonces, otros interrogantes.

¿No será necesario hoy activar este “saber-pensar” para conducir investigaciones destinadas a: identificar las tensiones inherentes a la gestión del componente bucal de la salud y estimular la contrastación entre el modelo observado y el modelo propuesto para re-encarar en el futuro, la traslación desde el “saber-saber” hacia el “saber-hacer”, para alcanzar el “saber ser”? ¿Esas omisiones no significan acaso la incompletitud en la operacionalización actual de los conocimientos surgidos de la genética y la biología molecular, la microbiología y la inmunología, la antropología y las ciencias sociales, las ciencias de la salud pública y las humanidades? Su puesta en acto no sería, acaso, una respuesta “saludable” a las preguntas formuladas?

Estos cambios tan fundamentales de los conocimientos tensionan y tensionarán no sólo a la investigación, ya que sus productos deberán estar disponibles donde puedan ser usados para la resolución de problemas inesperados y cuya velocidad los hacen casi inalcanzables, sino también hará vibrar a la docencia. Docencia que, cada vez más, deberá cualificarse no sólo para garantizar el desempeño laboral de estudiantes, sino también para actuar en el contexto mismo donde se procese la investigación y, simultáneamente, concretar su misión, atenta a los saberes y preferencias de otros múltiples actores que se integrarán paulatinamente en múltiples redes.

Hoy, la COVID-19 instaló el escenario. Dónde empieza y dónde termina la co-laboración entre las profesiones de la salud?? Los actores deberán encontrar las argumentaciones sobre el impacto de su quehacer, ya que no sólo se requerirá que conozcan su dominio disciplinar, sino que sean capaces de explorar las cuestiones que desafían la especificidad de sus conocimientos y alcanzar nuevas competencias. Acaso la transpráctica no será el próximo ejercicio en común? Esto implicará quizás la conservación y acumulación de nuevos saberes sobre una base cultural común. Requerirá “compromiso con el conocimiento teórico y su contrastación con la realidad, con el conocimiento instrumental y su constante actualización y, fundamentalmente, con el conocimiento acerca de las instituciones, su responsabilidad social y los mecanismos de articulación que sean capaces de establecer”.

Este deslizamiento hacia ese nuevo paradigma demandará un esfuerzo de reflexión acerca de los modelos de práctica, la formulación de nuevas hipótesis de investigación, la coherencia entre procedimientos y marco teórico sustentador, y la decisión necesaria para priorizar problemas latentes, muchas veces evitables, del componente bucal de la salud. Ese tránsito irá más allá de los intereses personales.

Deberá aceptarse que: la calidad en salud integral es un objetivo móvil y complejo que se juega en la capacidad para producir un cambio cualitativo en los valores y las prácticas y en el reconocimiento y aceptación de conocimientos, quizás desafiantes. Hoy, ya no puede desconocerse al DOHaD porque testimonia el enfoque del curso de la vida, ni esquivar a la epigenética para comprender los riesgos intergeneracionales, ni ignorar el mundo transubjetivo en el esfuerzo para justificar la calidad de vida percibida.

En ese escenario de intersecciones disciplinarias, que constituirá la odontología del mañana, acaso será útil introducir nuevas metodologías con alcances sobre la heterogeneidad de la realidad y con posibilidades para generar nuevos saberes. Los actores de la odontología deberemos tener presente que es necesario empezar a pensar, a explorar y a descubrir proactivamente las respuestas a las preguntas que nos formula el siglo XXI, reactivadas por la COVID 19, porque “la salud” se construirá mediante el préstamo de tiempo que nos está haciendo el mañana.

Noemí Bordoni, 2021